Mariano Werner sacó una luz en el Templo de la Velocidad.

En cuatro tandas de ocho minutos, el parque de 43 autos que presentó el Turismo Carretera en la denominada Carrera del Millón realizó la segunda y última prueba de clasificación en el Templo de la Velocidad. El particular trazado rafaelino, un óvalo con tres chicanas, es el dibujo en donde la categoría enseña su mayor velocidad en el calendario. Arañar los 300 kilómetros por hora en el tacómetro no es exclusividad de la potencia del motor: la aerodinámica desarrolla un protagonismo como en ningún otro autódromo y las estrategias al momento de marcar el mejor tiempo en los cronómetros se trazan al límite. La formación de un tren es la táctica para lograr el mejor rendimiento, aumentar la aptitud, explotar al máximo la herramienta, aunque nadie quiere ser la locomotora. Quien marca el camino o quien gira en soledad, tiene altas probabilidades de perder, de favorecer al resto. Por esa razón, los pilotos esperan en los boxes, se desafían, aceleran sin moverse. El tiempo, los 480 segundos del que disponen para girar y clasificar se consumen, la adrenalina crece, la expectativa se multiplica.

El margen de error se reduce y el reto, entonces, es establecer la pole en una única vuelta. Esa fue la disputa, el argumento del corto que protagonizó el TC, donde Mariano Werner (Ford) fue el poleman y se adueñó de los dos puntos de gratificación para el campeonato. Con un tiempo de 1m26s473/1000, superó por 46/100 a Matías Rossi (Ford), que un par de segundos antes apareció en las pantallas con el N°1. Una definición cerrada, de la que también participó Esteban Gini (Chevrolet).

“Genera adrenalina Rafaela; se sufre durante esa espera para ver quién sale primero, quien mueve el auto. La succión fue lo que me separó de Matías [Rossi], giré detrás de él y de Carlitos Okulovich. Se arriesga al clasificar a una vuelta, no hay posibilidad de equivocarse. Pero así lo elegimos, somos nosotros los que hacemos que la regla sea esa. Es un juego de estrategias”, dice un sonriente Werner, que en 2016 también fue el poleman y quien triunfó cuando debutó la denominada Carrera del Millón, hace dos años. “El auto no estaba cómodo en el entrenamiento del mediodía y en la primera clasificación perdí mi mejor vuelta porque le pegué a un conito y terminé 13°, cuando con ese tiempo hubiera quedado 5°”, explica el paranaense, mientras recibía las felicitaciones de Marcelo “Machete” Esteban, su motorista.

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“Girar en succión, en una vuelta perfecta, te da dos o tres décimas de ventaja. Pero hay que tener suerte. Yo giré solo, estiré los frenajes en las entradas de las chicanas porque tenía el aire libre y durante el anteúltimo cuarto estuve segundo. ¿Por qué esperamos tanto para salir a clasificar? Así somos los pilotos, nadie quiere regalar nada y menos en Rafaela”, explicó el campeón vigente Agustín Canapino, que cumple su participación N°150 en el TC y qe finalmente cayó al quinto puesto.

También terminó por girar en soledad Rossi, aunque su estrategia en principio era otra. “Salí detrás de [Juan Pablo] Gianini [el poleman de la primera clasificación], y de Nicolás Bonelli, pero cortaron la segunda chicana, algo que está prohibido por reglamento, y quedé solo. Quedar tan cerca de Mariano [Werner] y en esa situación de clasificación me da confianza de que tenemos un auto para dar batalla; largar en las dos primeras filas te hace candidato”, señaló Rossi, que en 2016, con Chevrolet, terminó como escolta de Werner, a quien nunca logró presentarle batalla por la victoria.

Fuente: La Nación