Existen más de 20 mil especies de abejas silvestres que brindan servicios de polinización esenciales para la reproducción de cientos de miles de especies de plantas, y que también son fundamentales para la productividad de alrededor del 85 por ciento de los cultivos.
Estos polinizadores se encuentran en estrecha sintonía con su entorno y su sobrevivencia depende de la adecuada disponibilidad de plantas con flor, así como de sitios de anidamiento apropiados. Todo esto sugiere que su conservación puede verse afectada por procesos como la transformación de hábitats naturales en tierras de cultivo o en zonas urbanizadas. En este sentido, diversos trabajos científicos a escala local o regional, sobre todo en Europa y los Estados Unidos, han mostrado que existe una declinación en la abundancia y en la diversidad de distintos grupos de abejas.
Sin embargo, hasta el momento, no es mucho lo que sabe respecto de la biodiversidad de abejas a nivel mundial, dado que no hay ni hubo nunca un monitoreo sistemático a una escala tan grande. Es decir, por el momento, aunque se sospeche, no existen relevamientos que muestren de manera concluyente que lo que ocurre en ciertos puntos de planisferio con las abejas sea parte de un fenómeno global.
En este sentido, una investigación publicada hoy en One Earth (una revista de Cell Press), cuyos autores son científicos del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA), arriba a la conclusión, a partir de la revisión de datos públicos sobre abejas colectadas o avistadas entre 1946 y 2015 en todo el mundo, que el número promedio de especies de este grupo de insectos polinizadores a nivel global parece estar en descenso desde los años ‘90.
“Pese a la ausencia de un monitoreo sistemático a nivel mundial sobre la situación de las abejas, descubrimos una fuente de datos alternativa para responder la pregunta que nos interesaba contestar. Nos dimos cuenta de que los datos públicos agregados recolectados y almacenados en la Global Biodiversity Information Facility (GBIF) -una base de datos global y de acceso público sobre biodiversidad-, correspondientes a colecciones de museos y universidades o a programas de ciencia ciudadana, podían leerse como el resultado de un muestreo de observaciones de abejas en todo el mundo a lo largo de muchos años”, señala Marcelo Aizen, uno de los dos autores del trabajo.
Para evitar los problemas generados por la insuficiencia de datos, sobre todo en ciertos años, y la disparidad en la cantidad de observaciones registradas para diferentes períodos, los investigadores agruparon los registros en siete grandes intervalos de tiempo (1946-1955; 1956.1965; 1966-1975; 1976-1985; 1986-1995, 1996-2005 y 2006-2015) y se valieron de herramientas estadísticas para poder obtener grandes promedios.
“Lo que encontramos es que a pese de que el número de registros anuales de abejas viene en aumento desde mediados del siglo XX, el promedio de especies decrece a partir de los años ´90, tal como se esperaría si las poblaciones de este clado de insectos estuvieran en declive”, afirma Eduardo Zattara, primer autor del trabajo.
Tampoco la distribución de los registros es homogénea para las diferentes regiones del mundo. Por ejemplo, el 50 por ciento de los datos corresponden a observaciones realizadas en los Estados Unidos. En los lugares sobre los que se cuenta con mayor cantidad datos, la tendencia en la declinación de especies de abejas se ve con mayor claridad. En las regiones para las que existen menos registros, la tendencia es menos nítida. Pero no se ven lugares del mundo en los que la curva esté planchada, o sea positiva, por lo que parece tratarse de un fenómeno a escala global.
“La declinación que detectamos en la biodiversidad de abejas a partir de los años ’90 parece coincidir con el hecho de que es un momento en el que se generaliza un modelo global económico y productivo, que lleva, entre otras cosas, a la homogenización de las prácticas agrícolas en todo el mundo, así como a un crecimiento del comercio internacional. Esta situación implica tres grandes fenómenos que impactan negativamente sobre la biodiversidad de los insectos: 1) remplazo de áreas naturales o paisajes heterogéneos por zonas agrícolas de cultivo intensivo -con un profuso uso de agroquímico- , que afectan profundamente las posibilidades de supervivencias de las especies silvestres; 2) la introducción intencional y no intencional de especies exóticas invasoras, a través del comercio internacional, que avanzan en perjuicio de la flora y la fauna nativa, con consecuencias negativas incluso en aquellas áreas que se pretende mantener preservadas; y 3) el cambio climático global que, al alterar la estacionalidad, afecta la sintonía que tienen las poblaciones naturales de insectos con la plantas. Por ejemplo, si los cerezos florecen antes de que haya suficiente disponibilidad de polinizadores para abastecerlos, por un lado, cae la producción del cultivo frutal, pero, además, cuando las abejas salen de su hibernación se encuentran con menores recursos para sobrevivir”, explica Aizen.
¿Por qué es importante preservar la biodiversidad de abejas?
“La preocupación por la conservación de la biodiversidad siempre se focalizó en lo que se conoce como especies carismáticas, como los osos panda, los tigres de Bengala o los lobos en Siberia. Son grupos que se observan mucho y si su número empieza a decrecer, inmediatamente es posible advertirlo. En cambio, la presencia de los insectos, y en particular de las abejas y su servicio de polinización, suele darse por sentada sin que casi nadie se moleste en saber qué es lo que está ocurriendo a nivel de las especies. Cuando se empezó a mirar más en detalle en algunos lugares, se pudo notar que había especies de abejas, que son importantes para la productividad de ciertos cultivos estacionales, que no estaban tan bien. Esto puede tener consecuencias a nivel ecosistémico, pero también en la productividad de alimentos”, afirma Eduardo Zattara.
Contar con diversidad de agentes polinizadores es importante, porque la mayoría de los insectos responsables de esta tarea tienen ciclos específicos de actividad y de hibernación. Cada especie emerge en algún momento del año y sale a polinizar las plantas que estén en flor en ese momento. Entonces, es posible que si decae la diversidad, haya ocasiones en que las abejas que están activas no alcancen a cubrir todas las plantas y cultivos que requieren ser polinizados, lo que limitaría la productividad.
“Pero además, aunque la mayoría de las abejas puede polinizar casi cualquier cultivo o planta, esto no siempre es así. Hay plantas que pueden ser polinizadas solo por ciertas especies de abejas y grupos de abejas que solo polinizan determinadas poblaciones de plantas. En ese sentido, la biodiversidad funciona como un colchón, porque aunque vos no sepas qué insecto es puntualmente el que te está ayudando a aumentar la productividad de un cultivo, te ayuda igual. En el momento en que declina la biodiversidad se achica también el rango de opciones”, sintetiza Zattara.
De cara al futuro
Aunque los resultados obtenidos en este estudio no invitan a ser optimistas respecto de lo que está ocurriendo a nivel global con las abejas, los investigadores prefieren ser cautos y no sacar conclusiones demasiado apresuradas.
“Es importante recordar que los datos de GBIF tienen orígenes muy heterogéneos y que eso puede introducir sesgos que podrían también generar tendencias similares en ausencia de un declive real. Cambios en la política de colección de los museos, un aumento de observaciones en áreas pobladas alejadas de los centros de biodiversidad, o una pérdida del conocimiento taxonómica que reduce la cantidad de especímenes identificados a nivel de especie son ejemplos de fenómenos que podrían reducir artificialmente la cantidad de especies observadas. No obstante, ninguno de estos sesgos puede por sí mismo explicar nuestros resultados mejor que una pérdida real de biodiversidad de abejas”, advierte Zattara.
Lo importante para los científicos es obtener mayor cantidad de datos que permitan robustecer o, eventualmente, desestimar, las conclusiones provisorias de este trabajo.
“Si podemos conseguir los datos que faltan, sobre todos de las regiones en las que contamos con pocos, la conclusiones podrían ser más sólidas. Esto es posible porque sabemos que hay colecciones de museos privados y de coleccionistas individuales que no son públicos, que de cargarse a GBIF podrían resultar de mucha ayuda para diferentes fines. Es importante destacar que nuestro objetivo no es estimar con precisión cuánta biodiversidad se ha perdido, sino generar evidencia que promueva la discusión entre científicos, políticos, agricultores y otros actores sociales, sobre cómo entrar en acción para mejorar la calidad de los datos y comenzar a revertir el impacto de las actividades humanas sobre las abejas”, concluye Zattara.