Lisa Brennan-Jobs insiste en que cuando su padre le dijo que la computadora “Lisa” de Apple no se llamaba así en honor a ella, no fue una mentira cruel dicha a una niña pequeña, sino que Steve le estaba enseñando “a no colgarme de su nombre”.
Y cuando su padre se negó a ponerle calefacción en su cuarto, no era de insensible, dice Lisa, sino que le estaba inculcando “un sistema de valores”.
Cuando en su lecho de muerte Steve Jobs le dijo a su hija que tenía “olor a baño público”, no era un dardo envenenado, dice Lisa, sino que simplemente “dijo lo que pensaba”.
Es raro escribir un libro de memorias demoledor con detalles lapidarios sobre alguien y después clamar que todo eso, en realidad, no es condenatorio en absoluto. Y sin embargo, eso es exactamente los que hace Brennan-Jobs en su nuevo libro, Small Fry, y en una serie de entrevistas que concedió en las últimas semanas.
A través de una docena de otras biografías y películas, los fanáticos de Apple ya conocen algunos detalles de la temprana infancia de Lisa: Steve Jobs la tuvo a los 23 años, luego negó su paternidad a pesar del resultado positivo de la prueba de ADN, y aportó muy poco en términos emocionales y económicos, incluso después de haberse convertido en el primer dios de la era informática. Small Fry es el intento de Lisa Brennan-Jobs por recuperar para sí misma su propia historia.
Lisa nació el 17 de mayo de 1978 en una granja comunitaria del estado de Oregón. Sus padres se habían conocido en una escuela secundaria de Cupertino, California, y por entonces tenían ambos 23 años. Jobs llegó varios días después del parto y decidió el nombre de la beba, pero se negó a reconocerla como propia. Para mantener a su hija, la madre empezó a trabajar como empleada doméstica y completaba con la ayuda del gobierno. Steve Jobs recién aceptó pasarle alimentos cuando el gobierno lo demandó.
Small Fry relata que poco a poco, Jobs empezó a interesarse más por su hija, la llevaba a patinar o la visitaba en su casa. Ya en la escuela secundaria, cuando su madre tenía problemas económicos y también problemas con el carácter de su hija adolescente, Lisa se mudó fugazmente a casa de su padre, pero Jobs la trataba con frialdad y le imponía terribles exigencias sobre lo que implicaba ser considerada parte de la familia. A los vecinos de al lado les preocupaba mucho la joven adolescente, y una noche que Jobs había salido, mudaron a Lisa a su casa. Contra los deseos del propio Jobs, esos vecinos pagaron la educación de Lisa para que terminara la universidad. Más tarde Jobs les devolvió el dinero.
En el libro, la madre de Lisa es descrita como un espíritu libre que estimuló la creatividad de su hija, pero tenía un carácter volcánico, volátil, y por momentos negligente. “Fue terrible leer todo eso”, dijo la señora Brennan en una entrevista. “Fue muy, muy duro, pero es todo verdad.”
La venenosa y ya conocida malicia de Jobs queda de manifiesto en cada página de Small Fry. Una noche, cuando salieron a cenar, Jobs se la agarró con la prima de su hija, Sarah. “¿Nunca te pusiste a pensar que tenés una voz insoportable?”, dijo Jobs. Y agregó: “Más te vale empezar a corregir todas las cosas de vos que no funcionan”.
Lisa describe el modo en que su padre solía usar el dinero para confundirla o intimidarla. “A veces se comprometía a pagar algo y a último minuto se negaba a hacerlo”, escribe. “Se levantaba de la mesa del restaurante sin pagar la cuenta”. Cuando su madre encontró una linda casa que les convenía y le pidió que la comprara para ella y Lisa, a Jobs también le pareció linda, pero se la compró para él y se mudó ahí con su esposa Laurene Powell Jobs.
De hecho, la señora Brennan dice que su hija minimiza el caos que vivió en su infancia. “Aunque parezca increíble, les juro que no ahondó en lo terrible que fue todo”.
Pero Small Fry también contiene momentos de alegría que transmiten la espontaneidad y la incomparable mente de Steve Jobs. Cuando Lisa estaba de viaje de estudios a Japón, su padre llegó de improviso y la sacó de las actividades escolares para llevarla a pasear durante un día. Padre e hija se sentaron a charlar, hablaron de Dios y de la idea de Jobs sobre la consciencia. “Yo le tenía miedo, y al mismo tiempo, sentía un amor sísmico, eléctrico.”
Cuando la Lisa adolescente se mudó con él, Jobs le prohibió ver a su madre durante seis meses, como una forma de consolidar su relación con su nueva familia. Pero al mismo tiempo Jobs fluctuaba entre la indiferencia y la vigilancia. Cuando Lisa empezó a involucrarse más con las actividades escolares y hasta se postuló para presidenta del centro de estudiantes, Jobs se puso furioso. “Esto no funciona, no te estás integrando a esta familia”, le dijo su padre. “No estás nunca en casa. Si querés ser parte de esta familia, tenés que dedicarle tiempo.”
Los primeros ejemplares del libro circularon entre familiares y amigos. La viuda de Jobs, Laurene Powell-Jobs, sus hijos, y la hermana de Jobs, Mona Simpson, enviaron esta declaración al diario The New York Times: “Lisa es parte de nuestra familia, así que leímos el libro con gran tristeza, ya que difiere radicalmente de nuestros recuerdos de aquella época. El retrato que hace de Steve no es el del esposo y padre que conocimos. Steve amaba a Lisa, y lamentaba no haber sido el padre que debió ser durante su primera infancia. Para Steve fue un gran consuelo que Lisa estuviera en casa con todos nosotros durante sus últimos días de vida, y todos nos sentimos muy agradecidos por los años que pasamos juntos como familia”.
Lisa está casada con Bill, quien durante muchos años fue empleado de Microsoft y ahora está por lanzar una aplicación de software propia. Bill tiene dos hijas, de 10 y 12 años, y tiene un hijo de 4 meses con Lisa.
“Veo el modo en que mi esposo trata a sus hijas, con una dedicación, vitalidad y sensibilidad que a mi padre le habría gustado tener”, dice Lisa.
Lisa asegura que en parte escribió Small Fry para entender por qué su padre le retaceaba el dinero incluso ya siendo multimillonario, mientras que lo gastaba con gran libertad con los hijos que tenía con Laurene Powell-Jobs. Pero dice haber descubierto que lo hacía para enseñarle que el dinero puede corromper a las personas.
Esa ética “tiene sentido, es casi bella, y hasta suena esclarecedora viniendo de alguien como él. El tema es por qué se aferró a ese sistema de valores para imponérmelo con tanta severidad”.
Una noche, hacía el final de la vida de Jobs -también final del libro-, su padre estaba en la cama mirando la serie La Ley y el Orden, y de pronto le preguntó: “¿Vas a escribir sobre mí?”
Ella le dijo que no.
La Nación