Nuestro país conmemora los 210 años de la Revolución de Mayo de 1810, y nos encuentra llevando a cabo como sociedad el aislamiento social, preventivo y obligatorio producto de la pandemia ocasionada por el Covid-19.
No es el espacio público el que nos reúne, no es la plaza, la escuela o nuestros clubes, la escena y el lugar del encuentro es hoy otro. Es en nuestras casas y con nuestras familias. Es el lugar para conocer, rememorar, y pensar en este acontecimiento histórico. Es una oportunidad para mirar la historia con otros ojos, de leer y releer textos, de compartir opiniones y de construir el relato oral o escrito basado en los conocimientos de cada miembro de nuestra familia.
Sólo el conocimiento del pasado permite entender el presente. Por ello, reexaminarlo, señalar los diferentes modos en que fue comprendido e identificar algunos de sus eventuales legados puede resultar una tarea útil y relevante. Puede ser el más genuino aporte a una reflexión histórica que nos de identidad como comunidad. Y sin duda la escuela y los docentes estarán presentes en este desafío.
El origen fundamental de la Revolución de Mayo -y de los otros movimientos convulsivos que sacudieron al continente americano a partir de los inicios de la década de 1810- estuvo en la grave crisis metropolitana, más específicamente, en el desmoronamiento de la monarquía hispánica, ocurrida en 1808, tras la invasión napoleónica a la Península Ibérica. Esto empalmó con una coyuntura local existente desde 1806-1807, cuando las invasiones inglesas a Buenos Aires, permitieron conocer a los habitantes locales el peso de la flota y el comercio británico, y abrir paso a una militarización de la sociedad, lo que terminó verificando la precariedad del dominio español en la región.
Si nos limitamos a las jornadas mismas de mayo de 1810, el resultado más efectivo de la revolución fue la deposición de las autoridades virreinales y su reemplazo por una Junta formada por criollos. Ellos, de modo mayoritario, no sólo no quisieron convertir al evento en un acto formalmente independentista sino que incluso reafirmaron la soberanía del rey español. La conformación de este organismo, la Primera Junta de Gobierno Patrio marca entonces la ruptura con el orden colonial, es el hecho germinal para la construcción de un nuevo orden político.
La Revolución de Mayo, como todo desarrollo histórico, contuvo elementos de ruptura y de continuidad, modificó la composición de clases en el interior del ex Virreinato del Río de la Plata y reordenó la economía en Buenos Aires.
La Revolución de Mayo fue y sigue siendo motivo de estudio por parte de diversas corrientes historiográficas, y de diversos actores políticos y sociales. Las interpretaciones, las formas de estudiarlo y los modos de valorizarlo han sido múltiples a lo largo del tiempo. Y no podría ser de otro modo, porque la discusión acerca de los orígenes, en este caso, de nuestra nación, incita con toda naturalidad a una constante revisión.
Quizás como ninguna otra fecha conmemorativa, la Revolución de Mayo, nos encuentre en ese camino, comunicados y conectados.