Matías Tiseira, el autor del ataque vandálico en la parroquia San Anselmo de la ciudad de Pehuajó, quedó libre luego de declarar ante el fiscal Teodoro Ruiz Schenstrom por el delito de “daño agravado”. En tanto, el párroco Mariano Cortés dio a conocer un texto en el que agradece “la fe del pueblo” que se expresó a través de “palabras, rostros, e inclusive lágrimas”, informa Agencia DIB.
El hecho ocurrió durante la tarde del miércoles 26 y conmocionó a la localidad, que estaba atenta a las consecuencias de las fuertes lluvias caídas en los últimos días. Por motivos que todavía se están investigando, Tiseira, de 36 años, entró alrededor de las cuatro de la tarde a la iglesia vacía y provocó destrozos en el altar. Lo más violento, y que luego provocara muecas de desazón en quienes entraron más tarde, fue que arrancó la imagen del Cristo de la cruz del atrio, destrozó sus brazos y la dejó sobre el altar.
El hombre luego se fue del lugar pero la Policía, tras revisar cámaras de seguridad, lo fue a buscar y lo arrestó en la plaza Juan XXIII, cerca de su domicilio. Probablemente sin darse cuenta de lo que había hecho, Tiseira paseaba a su perro por el espacio verde con total tranquilidad.
Quedó alojado en una dependencia policial y fue trasladado en la jornada de ayer jueves a la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) Descentralizada nº 8 con asiento en Pehuajó y dependiente del Departamento Judicial de Trenque Lauquen. Allí cumplimentó la diligencia de declaración indagatoria frente al fiscal Teodoro Ruiz Schenstrom, tras lo cual recuperó su libertad, según confirmaron fuentes policiales al diario Noticias.
“Veo tu cuerpo roto sobre el altar”
El párroco Mariano Cortés, por su parte, hizo público un emotivo texto en el que afirma: “Experimenté la presencia viva de Jesús en la comunidad, que se moviliza, que se conmueve, que llora, que se mantiene de pie ante la adversidad”.
“Es de noche, el Templo está en penumbras, y como en otras ocasiones, vengo a estar un rato con el Señor para terminar la jornada”, comienza la carta, publicada en su cuenta de Facebook y en medios locales.
“El día fue largo, y pasado el momento de shock por lo sucedido, me siento en el primer banco, contempló el altar vacío, las imágenes destrozadas y experimento un sentimiento, que se me hace muy parecido al de los últimos que quedaron ante el sepulcro cerrado del Viernes Santo”, continúa.
Tras relatar sucintamente los hechos, el padre Cortés comenta que “desde el primer momento, fueron muchísimas las comunicaciones que llegaban de distintas personas de la comunidad y de otros lugares, mostrándose buenos samaritanos en esas circunstancias. Las palabras, los rostros, e inclusive las lágrimas, hablaban de la fe de un pueblo, y de una mezcla de estupor y dolor ante lo sucedido”.
“En un momento percibí que todos necesitábamos lo mismo: acompañarnos y acompañar… acompañar al Señor”, sigue. “El Templo permanecía cerrado porque la Policía levantaba huellas… Pero un grupo de fieles rezaba en la puerta del atrio… manifestando su desolación y tristeza. Algunos pocos (en silencio) permanecían en el lugar contemplando consternados lo sucedido”.
“En todo lo relatado”, admite, “experimenté la presencia viva de Jesús en la comunidad, que se moviliza, que se conmueve, que llora, que se mantiene de pie ante la adversidad”.
Y finaliza: “Señor, vuelvo a contemplarte como te dejaron, todo roto sobre el altar. Después de todo, así quisiste quedarte, con tu cuerpo que se parte y reparte… que se entrega sobre el altar. Verte partido y desgarrado, me hace pensar en cuántas heridas… Cuántos desgarros… Cuánta carne sangrante hay en nuestro alrededor. Señor de los brazos rotos, los pies molidos y la cabeza aplastada. Líbranos de la indiferencia y despierta en nosotros el compromiso real y concreto por el dolor ajeno”.