Redujo en medio punto el interés que paga por la Letra más corta y subió en hasta 2 puntos las de los plazos medios, pero sin lograr atraer demanda.
El Banco Central (BCRA) redujo del 47 al 46,50% anual la tasa que paga por las Letras (Lebac) que emite a un mes de plazo, al cabo de una subasta en la que renovó el 75% del stock de deuda que le vencía, cifra 15 puntos más alta que la obtenida en junio -en plena corrida cambiaria – y algo mayor a la que el mercado esperaba; pero se vio obligado a aceptar que el 84% de las apuestas (5 puntos más que hace un mes) queden concentradas en el plazo más corto de colocación.
El grado de adhesión llamó la atención de los analistas, que temían que el repunte que mostró el dólar en las últimas tres ruedas (pasó de $27,92 a $28,16) hiciera dudar a los inversores que tenían pesos colocados en esos títulos.
Pero el nuevo giro hacia el cortoplacismo en las apuestas, pese a la señal que el BCRA intentó dar validando tasas hasta 2 puntos mayores a las pactadas hace un mes a 60 días (45% anual) y 90 días (43,75%) -también algo mayores a las que se operaban con esos títulos en el mercado- hace suponer que lo que se interpretó como una nueva señal indicativa de que “la tasa le está ganando la pulseada al billete” no puede considerarse aún como una pelea terminada.
Para su colega Gabriel Zelpo, de Elypsis, fue “otra batalla ganada por el BCRA”. “Pese a todas las limitaciones con que la situación lo obliga a moverse, intentó pasar un mensaje: que las tasas van a bajar y que los inversores que no las aprovechen se están perdiendo una oportunidad, porque estos niveles no son para siempre”. En este sentido, el analista interpretó la mayor tendencia al cortoplacismo que la subasta dejó como una señal de que hay buena parte de los inversores que “realmente creen que va a bajar las tasas y el mercado se va a estabilizar”.
Por un desfiladero
Las referencias al estrecho margen en que se debe mover el BCRA aluden a los objetivos múltiples que persigue. Así como busca secar la plaza de pesos para quitarle demanda al dólar, a la vez necesita esmerilar la deuda que asumió en Lebac (la que se reducirá en $135.500 millones más, por lo que quedará por debajo del billón de pesos por primera vez en un año) y que la gestión que encabeza Luis Caputo identificó como el disparador de la corrida que obligó al Gobierno a revisar planes y sumió a la economía en recesión.
Por eso, mientras intenta retener a los inversores privados en Lebac, armó una vía de escape para que los bancos acepten cambiar de acreedor y mantener esos fondos quietos por más tiempo en un bono que vence en dos años (del que le compraron $100.000 millones en el último mes) y que pueden usar para integrar encajes. Así bloquea la chance de que esos pesos puedan sumarse a un ataque especulativo y logra un mejor control de los agregados monetarios, algo que busca con el “cambio de régimen” que blanqueó hace unos días.
En este sentido, buena parte la expansión levemente mayor a los $152.000 millones resultante de la subasta es ficticia, dado que un 30% corresponde a pesos que los bancos cobrarán pero que a la vez ya tienen comprometidos para pagar los otros $45.000 millones que compraron del BOTE 2020, con los que integrarán mañana la nueva suba de dos puntos de los encajes, que los obliga a inmovilizar $28 de cada $100 que capten de terceros.
Otra porción similar tendría igual destino, ya que los bancos venían incumpliendo con esa exigencia, aprovechando una “dispensa” concedida al final de la gestión Sturzenegger para que incumplan siempre que utilicen esos fondos para comprar más Lebac, lo que los obligaría a inmovilizar otros $35.000 millones. El resto vuelve a circular y serviría para cubrir lo que el BCRA evalúa como una demanda genuina de pesos. Esto, a su vez, ayudaría a que el sistema se reequilibre y a que las tasas de corto plazo, que habían llegado a superar el 60% anual hace unos días, tiendan a confluir hacia las de referencia.
Fuente: La Nación