La idea es recuperar físicamente a un equipo que redondea un promedio de edad de 30 años, que enfrentará a otro más joven y veloz.
La ametralladora de clicks de los fotógrafos no se detiene. Jorge Sampaoli dialoga con Javier Mascherano. Se toca el Jefe el muslo izquierdo. Siguen hablando unos segundos más. Todo pasa en un estado de calma que la Selección disfruta.
A nadie se le ocurre ahora interpretar a ese momento como una orden de los jugadores al entrenador, como se leyó antes del milagro frente a Nigeria con el volante haciendo alguna señal sobre una carpeta del DT, como sucedió en pleno partido en el instante en que el casildense hablaba con Lionel Messi sobre lo que se modificaría con el ingreso de Sergio Agüero.
Esa conversación entre el técnico y el referente tanto espiritual como intelectual de Argentina es una foto que simboliza cuál es la prioridad en este recorrido hacia los octavos de final en Kazán, en ese duelo cautivante del sábado contra Francia. Ahora juegan las charlas, pero también los kinesiólogos y los espías.
Si se generó ese ida y vuelta entre Sampaoli y Mascherano es porque se apunta a evaluar la recuperación física de cada futbolista. Así es un Mundial: pasada la fase de grupos, ya no queda tiempo para innovar o ensayar a fondo. Se descansa el día posterior al partido, un práctica liviana en la jornada posterior, las jugadas con pelota detenida en las 24 horas previas y a la cancha.
En este sentido, sólo hay una preocupación: seguir con atención a Enzo Pérez, afectado por un golpe en el glúteo izquierdo. Todavía no se entrenó con normalidad después de Nigeria. Pero tampoco desvela: aseguran que será titular sin problemas. Se trata de una molestia que arrastra desde River. Aquí la obsesión es preservarlo. Antes de arriesgar, el jugador se queda en el gimnasio. Ahí comienzan a pesar las manos de los kinesiólogo.
El caso de Enzo Pérez resulta singular: se metió de última en el Mundial, por la lesión de Manuel Lanzini. En River le habían indicado una sesión especial de trabajos de diez días antes de sumarse a la pretemporada, de los cuales el mendocino ya había cumplido cinco. Aquí llegó y se ganó un lugar a partir de los bajos niveles de sus compañeros y gracias a su experiencia y personalidad para moverse con naturalidad con la celeste y blanca.
El plan de Sampaoli incluye, en principio, la intención de reconfirmar la formación que arrancó contra Nigeria: Armani; Mercado, Otamendi, Rojo, Tagliafico; Enzo Pérez, Mascherano, Banega; Messi, Higuaín y Di María.
La velocidad de Cristian Pavón es una tentación interna. El por una banda y Angel Di María por la otra, con Lionel Messi de falso 9. Esa variante dejaría afuera a Gonzalo Higuaín. A esa alternativa la ponen sobre la mesa, pero ni siquiera alcanza una fuerza por estas horas para ser señalada como una duda. Repetir los once, parece ser la idea.
Información sobre Francia le sobra a Sampaoli. Ya se lo pasó su espía, Francisco Meneghini, uno de los dos analistas de video. El otro es Matías Manna, quien observa a la Selección desde la tribuna. La cuestión es que Paqui asistió primero a los partidos de los rivales del grupo de Argentina: Croacia – Nigeria e Islandia – Nigeria. También por supuesto estuvo mirando en vivo y en directo a Francia – Dinamarca.
Imaginan en la Selección un partido de individualidades, con una serie de duelos decisivos. El desafío será controlar la velocidad de Griezmann y de Mbappe, no desproteger las bandas y no resignarse ante la altura francesa en cada córner o tiro libre. Evitar un desarrollo vertiginoso es la obsesión: ahí Argentina, con su experiencia que redondea un promedio de 30 años de edad podría perder con la frescura de Francia.
Después, hay un tema que preocupa: el de las amarillas. Es real: primero se debe pasar a Francia. Pero suponiendo que la Selección salte a cuartos de final, ya cargan con una amonestación cinco titulares: Mercado, Otamendi, Mascherano, Banega y… ¡Messi! El sexto es un suplente: Acuña. El reglamento indica que se limpian a partir de cuartos de final. Significa que tendrán que cuidarse en dos partidos, con Francia ahora y con Portugal o Uruguay en cuartos, proyectando una semifinal con Brasil. Si llegan a semis, la amarilla se limpiará y eso garantizará la presencia de todos en la final que todos sueñan. ¿Queda espacio para regular una situación así con tanto juego?
Fuente: Clarín