En Argentina no se aburre nadie. Se vive de manera intensa. Para lo bueno y para lo malo. Por si faltaba algo a un año lleno de condimentos, una serie de Copa Libertadores entre Boca y River podría definirse a menos de una semana de las elecciones presidenciales. Eso, claro, si es que ambos se clasifican esta semana a las semifinales del máximo torneo sudamericano. Ajusten los cinturones.

Si Boca -holgado tras el 3-0 en la altura de Quito- confirma su clasificación en la Bombonera y River sostiene la ventaja (2-0) en Asunción, los colosos del fútbol argentino volverán a verse las caras en un cruce internacional. Y se sumarían dos encuentros al que jugarán el domingo por la Superliga.

Sería el cuarto choque en el ámbito internacional en el último lustro. Y el quinto si se cuenta también el duelo en la final de la Supercopa Argentina en marzo del año pasado. Hasta el momento, fueron todas sonrisas para el equipo de Marcelo Gallardo, quien produjo un clic en la historia de los Superclásicos desde su llegada.

La Conmebol ratificó que las semifinales se jugarán entre el martes 1 y el miércoles 2 de octubre (la ida) y el martes 22 y el miércoles 23 (la vuelta). Si ambos se clasifican, primero se jugará en el Monumental y luego en la Bombonera, ya que Boca terminó primero en la fase de grupos y River, segundo.

Así, la revancha sería a escasos días de las elecciones presidenciales en la Argentina, que se llevarán a cabo el domingo 27 de octubre. Y la política no es ajena al fútbol, claro.

El año pasado, la final de la Copa Libertadores entre River y Boca fue cuestión de Estado. El propio presidente de la Nación, Mauricio Macri -ex titular del club Xeneize- había pedido públicamente que hubiera visitantes en ambos partidos. Ambas instituciones se negaron y los organismos de seguridad, en un principio favorables a la idea, dieron marcha atrás.

Con los hechos consumados (la suspensión de la segunda final en el Monumental por la agresión al micro de Boca con pedradas y botellazos y el endeble operativo de seguridad), quedó claro que la presencia de público visitante hubiera presentado un escenario aún más caótico. Martín Ocampo, entonces ministro de Seguridad porteño, y muy cercano a Daniel Angelici más allá de ser hincha de River, estuvo a cargo de aquel defectuoso operativo del sábado 24 de noviembre. Su salida del cargo luego de los incidentes fue inevitable.

Más atrás en el tiempo, hace cuatro años, en la Bombonera, la revancha de los octavos de final de la Copa Libertadores no terminó. Un ataque con gas pimienta de hinchas de Boca a jugadores de River, mientras se encontraban en la manga antes de salir a jugar el segundo tiempo, hizo que el partido se suspendiera y que la Conmebol descalificara al conjunto Xeneize, que estaba perdiendo 1-0 la serie.

Y la política -en otro año de elecciones, las que consagraron a Macri como presidente- tampoco estuvo ajena. En aquel momento, Macri era jefe de Gobierno porteño y Cristina Fernández de Kirchner, presidente de la Nación. Tras el encuentro, el entonces ministro de Seguridad Nacional, Sergio Berni, les apuntó a Boca y al Gobierno de la Ciudad.

“La responsabilidad es de Boca, en primer lugar. Es indiscutible eso, hubo negligencia por parte del club a la hora de generar la seguridad interna y también de las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que son los que habilitan el estadio”, apuntó Berni tras aquel lamentable episodio. Ocampo lo cruzó entonces al manifestar que “la seguridad preventiva es responsabilidad de las fuerzas de seguridad”, en relación a la Policía Federal.