El Central apuesta a que el apretón monetario que aplicó mediante una fuerte suba en los encajes bancarios para depósitos en pesos sea el mejor instrumento antiinflacionario.

Confiando en los efectos que el torniquete puede tener también sobre la inflación, además de los que demostró para calmar al mercado cambiario, el Banco Central (BCRA) resolvió hoy mantener la tasa de referencia en el 40% nominal anual tras reconocer que su nueva versión de la política monetaria no sólo toma en cuenta la tasa de interés sino que sigue de cerca la evolución de los agregados monetarios, es decir, la cantidad de dinero disponible.

Por esta razón, además, modificó la frecuencia de la reunión de política monetaria, que hasta aquí era quincenal y pasará a ser mensual, por lo que ya adelantó que el próximo comunicado sobre la tasa de interés será el 7 de agosto. Además, resolvió elevar de categoría al Comité de Política monetaria, que ya no será “asesor” de la presidencia sino que se transformará en un “ente resolutivo”, por lo que de aquí en más se publicará el resultado de la votación de sus miembros junto a sus decisiones, como es usual en otros bancos centrales del mundo.

De esta manera, el BCRA confirmó que apuesta a que el apretón monetario que aplicó mediante una fuerte suba en los encajes bancarios para depósitos en pesos (pasaron del 20% al 26% en promedio en 15 días y subirán al 28% al final de la semana que viene) sea el mejor instrumento antiinflacionario, tras haber demostrado eficacia para disciplinar al dólar.

La misma refleja los efectos directos e indirectos de la reciente inestabilidad cambiaria. Si bien las expectativas del mercado volvieron a elevarse en la última medición, en parte respondiendo a la variación del tipo de cambio entre fines de mayo y fines de junio, los últimos datos disponibles muestran una desaceleración de la inflación a partir de julio, en consonancia con las proyecciones de la subgerencia general de Investigaciones Económicas del BCRA. Sin embargo, la perspectiva actual sigue demandando el mantenimiento del sesgo contractivo de la política monetaria.

Fuente: La Nación